En la
década de 1970 Uruguay profundizó sus relaciones comerciales con Brasil a través del Protocolo de Expansión Comercial (PEC)
y con Argentina a través del Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE).
Entre los años 1984 y 1989
Argentina y Brasil suscribieron veinticuatro protocolos bilaterales, en los que se regulaban diversas áreas, pero se puede
decir que los antecedentes más inmediatos, datan del año 1985 con la Declaración de Foz de Iguazú, por la que se crea una
Comisión Mixta de Alto Nivel para la integración entre Argentina y Brasil.
En 1990, Argentina y Brasil
suscribieron y registraron, en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), un Acuerdo de Complementación Económica,
en el que sistematizaron y profundizaron los acuerdos comerciales bilaterales preexistentes. En ese mismo año, representantes
de ambos países se reunieron con autoridades de Uruguay y Paraguay, ocasión en la cual estos últimos expresaron la firme disposición
de sus países de incorporarse al proceso bilateral en curso. Se convino entonces, que era necesario suscribir un acuerdo creando
un mercado común cuatripartito.
El 26 de marzo de 1991
se firma el Tratado de Asunción entre los cuatro países, que no debe considerarse como un tratado final constitutivo llamado
Mercado Común del Sur (MERCOSUR), sino como el instrumento de carácter internacional destinado a hacer posible su creación.
Este es un acuerdo con vocación regional, pues queda abierto a la adhesión de los demás Estados miembros de la ALADI. El objetivo
primordial del Tratado de Asunción es la integración de los cuatro Estados Partes, a través de la libre circulación de bienes,
servicios y factores productivos, el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común,
la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales y la armonización de legislaciones en las áreas pertinentes, para
lograr el fortalecimiento del proceso de integración. Se considera interesante mencionar que en la Cumbre de Presidentes de
Ouro Preto, de diciembre de 1994, se aprobó un Protocolo Adicional al Tratado de Asunción, el Protocolo de Ouro Preto, en
el que se establece la estructura institucional del MERCOSUR y se le dota de personalidad jurídica internacional.
Los cuatro Estados Partes
que conforman el MERCOSUR comparten una comunión de valores que encuentra expresión en sus sociedades democráticas, pluralistas,
defensoras de las libertades fundamentales, de los derechos humanos, de la protección del medio ambiente y del desarrollo
sustentable, así como su compromiso con la consolidación de la democracia, la seguridad jurídica, el combate a la pobreza
y el desarrollo económico y social en equidad. Por todo ello, el interés que los socios tenían en este regionalismo era buscar
la ampliación de las dimensiones de sus respectivos mercados nacionales, a través de la integración, lo cual constituye una
condición fundamental para acelerar sus procesos de desarrollo económico con justicia social. Así, los Estados Partes iniciaron
una nueva etapa de consolidación y profundización, donde la zona de libre comercio y la unión aduanera constituyen pasos intermedios
para alcanzar un mercado único que genere un mayor crecimiento de sus economías.
Además de tener implicaciones
comerciales y económicas, el MERCOSUR tiene importantes efectos en el campo de la política, pues sienta las bases fundamentales
sobre las que se consolidan las relaciones entre los países miembros, y ese Acuerdo Político es el más importante alcanzado
en la región. A partir de este Acuerdo, los conceptos de confiabilidad, armonía, razonabilidad y previsibilidad pasan a formar
parte del lenguaje y de la convivencia política, económica y social de sus sociedades. La "red de seguridad política" del
MERCOSUR genera las reglas de juego necesarias para que se desarrollen plenamente las interrelaciones económicas y comerciales
existentes. Esta red de seguridad nos recuerda a John Hobson, quien mencionaba que era necesaria una fuerza de seguridad a
niveles regionales e internacionales para poder mantener la paz dentro de la interrelación que se presenta entre distintos
países y así poder asegurar la protección de la soberanía y de la autonomía.
El MERCOSUR es un elemento
de estabilidad en la región, pues el cúmulo de intereses y relaciones que genera, profundiza los vínculos tanto económicos
como políticos y neutraliza las tendencias hacia la fragmentación. Los responsables políticos, las burocracias estatales y
los hombres de empresa, tienen ahora un ámbito de discusión de múltiples y complejas fases, donde abordar y resolver asuntos
de interés común. Ello seguramente estimula una mayor racionalidad en la toma de decisiones de todos los actores sociales.
Con lo anterior se reafirma que ahora ya no son sólo los gobiernos de Estado quienes toman las decisiones, sino que en la
nueva sociedad internacional hay un sin fin de actores que tienen un gran peso en el rol que debe de seguir cada Estado frente
al contexto internacional. Así, como decía Juan Carlos Pereira Castañares en su
obra El estudio de la sociedad internacional contemporánea, la sociedad internacional
actual, avanza hacia una comunidad internacional. En relación a lo anterior, los avances en la construcción del mercado común
implican la conformación de un ''espacio político común” en el que en forma implícita rige una "política MERCOSUR”.
Continuando con la historia,
en la X Reunión del Consejo del Mercado Común, en 1996 se suscribió la “Declaración Presidencial sobre Compromiso Democrático
en el MERCOSUR”, así como el Protocolo de Adhesión de Bolivia y Chile a dicha Declaración, instrumento que traduce la
plena vigencia de las instituciones democráticas y que establece una condición indispensable para la existencia y desarrollo
de los procesos de integración regional. En esa misma reunión se suscribió la “Declaración Política del MERCOSUR, Bolivia
y Chile como zona de Paz" a través de la cual los seis países manifiestan que la paz constituye un elemento esencial para
la continuidad y el desarrollo del proceso de integración. En ese sentido, los seis gobiernos acuerdan fortalecer los mecanismos
de consulta y cooperación sobre temas de seguridad y defensa existentes entre sus países.
Esto se relaciona con la
postura de Henry A. Kissinger, quien consideraba que para poder estudiar la política que rige al mundo es necesario hacer
un revisionismo histórico y remitirse a la diplomacia, la cual en palabras más o palabras menos, definía como un ajuste de
diferencias a través de la negociación, la cual era posible sólo en los sistemas internacionales donde la legitimidad rige.
Así mismo establece que la paz es el resultado de un sistema internacional estable, provocado en gran parte por una legitimidad.
Esta legitimidad sólo puede alcanzarse por medios democráticos, y el valor de la democracia, como ya se mencionó, es uno de
los incluidos en las prácticas dentro del MERCOSUR.
Además de recordarnos a
las ideas de Kissinger, nos recuerda en general a la postura que manejaban todos los realistas, pues ellos consideran que
el fin del poder debe estar en la supervivencia del Estado, basada en la protección de la seguridad, de la independencia y
de la integridad. Aunque lo relevante en esto que es esa búsqueda de la seguridad no se hace de manera individual, sino por
medio de la integración y de la cooperación, por lo que más que una idea realista puede ser concebida como una idea de corte
m neorrealista.
Hablando más sobre los
fines del MERCOSUR, este se constituyó como una unión aduanera, hecho que marcó cambios fundamentales para las economías de
la región. Primero, el MERCOSUR generó un compromiso muy importante entre los cuatro países, lo que se refleja en una tendencia
natural al disciplinamiento conjunto de las políticas económicas nacionales, asegurando conductas previsibles y no perjudiciales
para los socios. Después se creó un arancel externo común. El hecho de que cualquier decisión relacionada a la práctica del
MERCOSUR tenga que ser consensuada cuatripartitamente, impone un nuevo estilo a las políticas comerciales nacionales. Así,
éstas deben ser menos discrecionales y más coordinadas, lo que brinda un marco de mayor previsibilidad y certidumbre para
la toma de decisiones de los agentes económicos. Además de lo anterior es posible afirmar que la nueva política comercial
común tiende a fortalecer y reafirmar los procesos de apertura e inserción en los mercados mundiales realizan los cuatro socios
individualmente. El MERCOSUR no fue creado como una fortaleza con vocación de aislamiento; por el contrario, fue concebido
como un reaseguro de la inserción de los países miembros al mundo exterior. Con ello viene a colación mencionar que las empresas
de todo el mundo tienen hoy al MERCOSUR en su agenda estratégica; la conformación de la unión aduanera es una "ventaja comparativa"
fundamental, pues otorga un marco muy propicio para atraer a los capitales.
Una de las grandes virtudes
del MERCOSUR es haber logrado que el proceso de negociación se realizara sobre bases realistas, razonables y flexibles. Es
decir, el gran mérito del MERCOSUR fue mantener el proceso integrador adaptando los instrumentos con flexibilidad a las realidades
de los cuatro países.
Así, en el año 2000, los
Estados Partes del MERCOSUR decidieron encarar una nueva etapa en el proceso de integración regional, la cual se denomina
"Relanzamiento del MERCOSUR” y tiene como objetivo fundamental el reforzamiento de la Unión Aduanera tanto a nivel interno
y externo. En este marco, los Gobiernos de los Estados Partes del MERCOSUR reconocen el rol central que tienen la convergencia
y la coordinación macroeconómica para avanzar profundamente en el proceso de integración.
Se ha hablado ya de los
logros y beneficios alcanzados en este regionalismo, pero ¿cuáles son los retos que representa para cada uno de los Estados
Partes?
“Las ciudades del
MERCOSUR deben responder a cinco tipos de retos: la renovación o reconversión de la base productiva de la ciudad, la generación
y el mantenimiento de infraestructura urbana adecuada, la garantía de niveles aceptables de calidad de vida, la articulación
de mecanismos viables de integración social y el logro de un umbral de gobernabilidad que haga posible una administración
efectiva de los procesos urbanos.” Lo que concretamente debe hacerse es:
1. Las ciudades del MERCOSUR
deben reclamar el derecho a ejercer un rol activo y autónomo respecto de los gobiernos nacionales, en competencias relacionadas
a la integración regional.
2. Se vuelve imperiosa
la necesidad de volver más eficientes los canales de comunicación, el intercambio de datos y la actualización de información
compartida.
3. Surge el requerimiento
de establecer las bases para diseñar políticas urbanas que sean compatibles dentro de la nueva realidad regional, con experiencias
y necesidades que en muchos casos, son complementarias.
4. La exigencia de formular
un modelo integrado que se corresponda con la estructura puesta en marcha por el MERCOSUR, y haga posible por tanto la inserción
del conjunto de ciudades a dicho sistema regional.
Se ha hablado ya de los
éxitos y de los retos que tiene este regionalismo, pero es importante abordar también los fracasos que se le han presentado.
Durante los periodos de gobiernos militares la principal resistencia a la integración provenía de las supuestas amenazas para
la seguridad nacional, de la desconfianza mutua entre Argentina y Brasil y de los problemas políticos.
Con la consolidación de
los regímenes democráticos parecía que la integración económica encontraría sus posibilidades de desarrollo definitivas, sin
embargo a catorce años de su constitución, el MERCOSUR ha logrado resultados más sencillos de los que se esperaban. Mas allá
de los avances, muy resistidos, en lo referido al Programa de Liberación Comercial, el bloque no ha logrado una verdadera
integración y las recientes perturbaciones que se observan en la relación Brasil-Argentina lo demuestran perfectamente.
Las resistencias ligadas
a la “defensa nacional” han sido reemplazadas por otras que se derivan de los intereses privados contradictorios.
Un ejemplo de ello son los intereses manifestados en la discusión sobre el nivel del Arancel Externo Común, que refleja las
diferencia que existían entre las propuestas argentinas y uruguayas (aperturistas) y las brasileñas (proteccionistas). Los
intereses del sector privado y las diferentes visiones ideológicas han sido, y lo seguirán siendo, los principales obstáculos
a superar para lograr una perfecta integración. Recientemente la Unión Industrial de Paraguay ha declarado que las condiciones
actuales del MERCOSUR impiden su desarrollo y lo mismo sucede con otros dos países: Bolivia o Chile, pues también su grado
de compromiso en menor.
“Como resultado de
todo ello, el bloque no ha logrado avanzar en la adopción de una moneda común ni en acciones de complementación productiva;
siguen las disputas por temas arancelarios, y la ausencia de una efectiva coordinación de las políticas macroeconómicas no
sólo impide resolver sino que profundiza las asimetrías existentes. Ante esta realidad, en el año 2000 se decidió iniciar
una etapa llamada “relanzamiento del MERCOSUR” que tiene como objetivo fundamental el reforzamiento de la Unión
Aduanera. A todas estas dificultades debe agregarse que las crisis recurrentes de las economías nacionales significan un problema
adicional que atenta contra el objetivo de la integración. En esas circunstancias ha quedado claro que la “solidaridad
latinoamericana” tiene más de retórica que de compromiso efectivo. Cada país ha terminado negociando con los organismos
de crédito multilateral (por ejemplo con el FMI) de manera no sólo independiente sino inconsulta, y los acuerdos que se logran
tienden a debilitar la posibilidad de desarrollo del MERCOSUR. Las presiones de Estados Unidos para implementar el ALCA (Área
de Libre Comercio de las Amétricas) tienden, además, a debilitar más aún esas posibilidades. En la lista de los fracasos debe
apuntarse también las demoradas y estériles negociaciones como bloque con la Unión Europea.”